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Del fotomatón al selfie ondeamos la web

(1997 - 2017)

 

AL-HARAFISH, DE IMAGENES 

Y PALABRAS: La revista que no es 

revista trasciende el papel.   

 

                                                               La palabra exacta también es bandera y

  flamea. ¿Pendón o perdón? en llamas.

                                                                                                    Luisa Futoransky

 

 En julio de 1997 nace Al-harafish: la revista que no es revista, al menos no en el criterio habitual de lo que entendemos por revista. Con imágenes de Jero Maldonado y de José L. Luzardo, promotores del proyecto, nace el número cero. De bautizo dadaísta y cuño propio diseñado por Jero, su nombre surge al abrir un libro al azar y señalar con el dedo un concepto cualquiera. Utilizando la publicación “Para una fenomenología de las drogas”, de Antonio Escohotado, la casualidad les conduce hasta el término haschisch al-harafish, que en el contexto se traduce como "hierba de los truhanes". Este ejemplar inicial tuvo su presentación en el Taller Multimedia, espacio alternativo donde se fueron gestando, a su vez, las primeras reuniones que dan fruto en la Asociación Islas Canarias de Artistas Visuales (AICAV), creada en 1999. Si bien Al-harafish pudo convertirse en la revista de AICAV, nunca fue así. La asociación tuvo su revista por un lado, Baúl de Aire, que sólo se proclamó en dos números; (cosa muy habitual, por regla general, en las revistas culturales avaladas por fondos públicos) mientras que Al-harafish se mantuvo al margen de dineros financiados, sin ceñirse a ningún estatuto ni diseño cerrado. Quizá por esa razón, entre otras muchas, Al-harafish haya alcanzado la veintena como quien no quiere la cosa; porque nació sin pretensión de convertirse en revista, como un juego entre dos niños ávidos de procesos de creación. Cuando José L. Luzardo y Jero Maldonado me hablan de su iniciativa, convocándome a realizar el prólogo a modo de salutación, de ese juego suyo que denominaban Al-harafish, andaba yo cursando estudios en el Colegio de México, y he de reconocer que me sentí bastante entusiasmada con la invitación, aunque al principio su denominación me pareciera de lo más extraña. No iba a poder estar en la inauguración, al menos no físicamente, y ese estar presente pero no estar, con su "tufillo" a clandestinidad, me resultaba de lo más estimulante. Hoy, a veinte años de salutaciones para Al-harafish, resulta curioso que la primera surgiera en México, cuando cumpliendo la década, con el número 26, cerramos un ciclo destinado a los sentidos (gusto, vista, tacto, etc.), que fue dedicado al SEXto sentido y también se presentó en Oaxaca, además de hacerlo en Las Palmas de Gran Canaria. Cuánto más curioso si continua aún teniendo vigencia la filosofía que se promulgara en su número cero: "una forma de aunar creencias y saberes de andar por casa, como una producción de autoconsumo y, a la vez, un cultivo alternativo abierto a toda manifestación creadora, que nace bajo el estigma de la autofinanciación." 

 

Al principio de ese “petite invention” que es Al-harafish, ese continuo proceso de haceres indecibles, me gustaba decir que Jero era el alma de la revista, José el cuerpo y yo la palabra. Todavía me parece linda esa idea; alma, cuerpo y palabra que no existirían sin el aliento constante de sus colaboradores, quienes la alimentan incondicionalmente en cada entrega. Con cada nueva tirada, una inicial de 30 que se va incrementándose hasta 50 ejemplares numerados en la actualidad, Al-harafish va realizando diferentes presentaciones en distintos lugares: Facultad de Bellas Artes, en Tenerife, La Regenta, el CAAM, el Gabinete Literario, la Casa de la Cultura, en Lanzarote; la Feria del Libro, en Fuerteventura; El Cuasquías y su amigable aforo Matasombras, la Cafebrería Esdrújulo; en el que fuera El Hueco del Ojo, etc., así como en el encuentro internacional de editores independientes de Huelva, en La Casa Encendida, Madrid, y en Espacio C, Camargo, Galería Saro León, hasta en cafés y salones de casas, etc. Aceptando gustosamente propuestas temáticas marcadas por sus colaboradores, así como la coordinación de ciertos ejemplares. 

 

Ante la valoración crítica de algunas personas de ver en el proyecto un concepto elitista, por su tirada tan reducida, creo que sucede todo lo contrario, que se mantiene y se conoce por ser más bien práctica, al abarcar lo que puede y no todo lo que le gustaría. Sin sentido práctico carecería de ese halo especial que la caracteriza, no mantendría el mimo que respira, ni su frescura de liberación imaginativa. Si en su interés primero hubiera barajado convertirse en revista al uso, quizá ya no existiría, como claro ejemplo de ello lo tenemos en la corta vida de nuestras revistas artístico-culturales más próximas. Cabe destacar que en estos años, Al-harafish haya contado con casi 300 participantes, teniendo en su haber la colaboración de gentes de otras latitudes como México, Nicaragua, Holanda, Chile, España, Portugal, Suiza etc.; que sus formatos hayan sido tan variados: desde una caja de camisas, de pizzas, de puros, hasta un calzoncillo-braga o un contenedor de comida para llevar, un pañal, etc. Que se presentaran seis monográficos de artistas (1999-2001) coordinados por Augusto Vives y que desde 2004 venga editando una colección poética con el sello al-harafishedita; publicándose, hasta el momento, once títulos de poesía emprendida en Canarias. Y que por el buen hacer de gente que la quiere de manera desinteresada, llegó a contar con blog propio gestionado por Antonio Pérez Martín, el cual también hoy sumamos a nuestra web. www.al-harafish.blogspot.com

 

Digamos que la acción Al-harafish ha permanecido por no descolgarse del imaginario, de ese gesto poético, capaz de alimentarla en conocimientos y aprendizajes múltiples, que la va haciendo mejor cuanto más vieja, dado el interés  mantenido en el proceso de montaje y la fidelidad de quienes la conformamos. Si hacemos oídos sordos a quienes estiman que lo mejor es ampliar la tirada y delegar su financiación a una subvención pública es porque no hemos estado ni estamos dispuestos a renunciar a este ejercicio de libertad que es Al-harafish. Un espacio propio de imágenes y significados diversos, que nace del resbaladizo terreno de lo incierto, con su corazón de tinta, de la manera más arcaica que se pueda nacer. Dada la sociedad que nos toca, tan expuesta a espejismos como a falsos montajes de cartón piedra, capaz de engrandecer lo mediocre en derroche de lentejuelas, Al-harafish brota como una herida silenciosa en terreno seco donde los haya, porque si bien no cree en palabras exactas ni totalitarias, ni en abanderamientos emergentes, sí conjetura con la indiscutible necesidad de tener un "borrador" para "hacer mano", un folio en blanco que hace la función de espacio expositivo multifuncional. Buscando su equilibrio en el roce con lo diverso, en la cultura híbrida que abre más preguntas que respuestas; interesada en el des-hacer continuo como clave primordial para cultivar el interés artístico-cultural. Así es capaz de proponerles a profesionales de diferentes disciplinas el trabajar sobre cualquier tema y mantenerse a la espera de un resultado común. Una espera que siempre es nueva porque constantemente regala un producto distinto, a cada cual más grato, aunque si eso no llegara a conformarse como tal hablamos de un trabajo "controlado", numerado del 1 al 50, tangible y limitado... ¡Sin daños ni perjuicios! Ni otros efectos colaterales que no sea sumar pequeños guiños culturales.

 

A Al-harafish la han dotado de vida propia las personas que han confiado en ella y en otra manera de hacer,  y, probablemente, sea a quienes les corresponderá finiquitarla, quizá con una muerte violenta que nos sirva de temática como cierre último, en un especial Género Negro. ¡¿Quién sabe?! Claro que si sigue con la filosofía de darse a conocer "boca a boca", en artículos de prensa, o revistas culturales, como es el caso, seguro que todavía le queda mucho que decir, aunque sea de esa manera "computer-artesanal" que ella abriga. Y si lo dicho genera curiosidad por saber de esta revista que no es revista, se pueden ver ejemplares en el Centro de Documentación del CAAM, que tan bien cuidan en sus fondos literarios, así como en La Regenta o en el Centro de Arte Juan Ismael, en Fuerteventura. Que no se diga que una tirada reducida llega a poca gente, que a veces Mahoma tiene que ir a la montaña...

Baste decir que en mi empeño de hablar más del proceso que del producto, se esconde un interés obsesivo por el transcurso de hacer las cosas, por la transformación que supone vivenciar el trabajo como un ensayo continuo; porque concibo Al-harafish sencillamente como arte, desde una visión que viene a coincidir con la del escritor mexicano Mario Bellatín quien ve en el arte "todo aquello que surge justamente cuando todo está dado para que no ocurra". Si en Canarias es un hecho latente que puedan sucederse relevantes proyectos artísticos-culturales, que estos perduren en el tiempo es algo más improbable, dada la desidia que promueve la administración pública en sus políticas culturales, entre otros muchos factores pendientes de crítica y debate, donde quienes nos constituimos en sector de la creación somos justicia y parte.

Al-harafish va a seguir apostando por el ARTE, al fin y al cabo por lo in-imaginable, invitando a la proliferación de más juegos, al invento de más revistas de arte que no sean revistas... Y es por ello que desoyendo la vieja voz de Sabina que dice: “al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver”, sigue en su empeño de sobrevolar la escritura que gasta el tiempo. Casi de puntillas, temerosa de despertar una felicidad que fue profunda aún inquieta y jóven. Una antigua dicha teñida, a día de hoy, de cierto asombro por lo prolífero de su producción. Si bien esa abundancia de los diez años no se ha visto mucho más incrementada en su persistencia de otros agraciados diez años más. Que en este margen apenas se han presentado seis nuevas tiradas, porque ha habido años sin revista, porque fueron otros los proyectos, porque no había empeño, ni ganas ni tiempo, o intervalos de sequias. Pero el aliento de almas inquietas que presionaban para reanimar el proyecto no se hizo esperar. Y de estos últimos años cabe destacar  una fase diferente, donde promovemos la iniciativa del artista invitad@. Y desde esa convocatoria, la artista portuguesa Andrea Inocencio inauguró esta nueva fase. En la cual delegamos la coordinación del contenedor de la revista a la persona invitada, quien elige temática y participantes. Continuando con una tirada de cincuenta  reproducciones se invitan a veinte y cinco creadores, quienes reciben un ejemplar gratuito por su colaboración. Conservando cinco para edición y poniendo a la venta los veinte restantes  a modo de retribución, impagable por cierto, al artista que coordina, elaborando contenedor y maquetación. Transformándose la consabida salutación en una entrevista, donde conjugar pequeña reseña del artista con intereses de la temática elegida, proceso de trabajo, conclusiones, etc. Eligiendo, en coordinación, fecha y lugar de presentación.     

Y si esta nueva fase cierra otra década, conformando sus veinte años de existencia, Al-harafish, la revista que no es revista, trasciende al papel y a la computadora, entremezclando lo manual y seriado, las palabras literarias y las imágenes, la música y la performance, etc. Y de la divertida foto primera del fotomatón, donde aparece la promoción de la revista, cuerpo, alma y palabra, pasamos al reciente selfie. Además de estrenar web propia porque veinte años, en el eslabón de la cultura contemporánea, merece un mínimo de visibilidad. Por la constancia y perseverancia en el libre ejercicio del des-hacer.

 

Así seguimos en la brecha, a modo de album, de cuéntame cómo pasó… de reconocimiento al sector profesional de las artes que suma su trabajo y esfuerzo, haciendo posible esta revista que no es revista. Que conforma libros, objetos, fotografías, textos, dibujos, etc. etc. Y que en 2017 estrena su web como un pequeño fuego que no quiere perder la chispa del juego, ni el calor de la creación.

 

                                                                                                                         Macarena Nieves Cáceres.

 

 Las Palmas de Gran Canaria. Primavera de 2017.